Abril 2013
No todos los días se cumple el cuarto de siglo y menos tan lejos de tu tierra, y pocos lugares hay más diferente de la soleada España que Noruega para tal ocasión. Su capital se presenta, como cabía de esperar, fría y lacónica, silenciosa y vacía, fruto quizá de un espacio abundante aprovechado por unos pocos cientos de miles de habitantes. El frío intenso que se cierne en plena primavera hace prever lo duro del invierno por estas latitudes, y el encanto del paisaje circundante no deja en el visitante más que una sensación de profunda necesidad de contemplar algo más. Y es que sabido es que Noruega no es sus ciudades, es su salvaje naturaleza y su belleza especial y única, que esperemos que pronto tengamos la oportunidad de descubrir. Por esto puedo afirmar con certeza que volveremos a vernos.