Fin de año 2012
La modesta población de Merzouga, en el sudeste marroquí, nos recibe en el mes de diciembre con una calidez inusual para el visitante occidental. Los sentidos se ven sobrepasados por dunas doradas, el cálido sol del día y el espectáculo de luces en el cielo, todo envuelto por el constante dulce aroma del té haciéndose a fuego lento, sin prisas, como sólo en un lugar apartado y solitario como este puede ser, donde el tiempo tal y como lo conocemos carece de sentido y donde una simple conversación con un extranjero desconocido al refugio de una modesta tienda al amparo de la noche proporciona más calor del que en una fría noche en pleno Sahara cabría de esperar.
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