Octubre 2013
Un paréntesis de verano en pleno otoño es lo que supone visitar Malta en octubre. El calor es intenso y el azul del mar contrasta con los amarillos edificios de piedra caliza. Los rostros de sus gentes y su inclasificable idioma son testimonio vivo de la diversidad de influencias procedentes de norte y sur del Mediterráneo que han cristalizado en el carácter maltés. Todo enmarcado por la colonización británica durante décadas y la afluencia de turistas atraídos por este atractivo refugio insular. La naturaleza gana la batalla a las pequeñas ciudades que con encanto se alzan en esta hermosa isla donde parece haberse detenido el tiempo en un verano eterno, verano de días largos y bellas puestas de sol que dejan a uno mudo al contemplarlas imaginándose a sí mismo en un futuro recordando ese preciso momento. Segundos que valen todo un viaje.
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